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RESISTENCIA DESDE LOS TERRITORIOS

RESISTENCIA DESDE LOS TERRITORIOS

El territorio, aquél espacio activado por un fuerte sentido de pertenencia de quienes lo habitan, adquiere un papel importante en las acciones colectivas de las ollas comunes. Al salir del espacio doméstico para buscar modos de solventar las necesidades básicas, lo primero que se comienza a tejer es la relación entre vecinas y vecinos. Allí surge una primera etapa de reconocimiento mutuo, un reconocimiento afectivo que permite constituir una comunidad solidaria y una identidad territorial. El colectivo rompe la sensación de vergüenza y resignación individual y la transforma en resistencia comunitaria activa. En dictadura, fueron muchas las mujeres que al encontrarse con otras, crecieron en autoestima y se dieron cuenta de la situación desventajosa en la que el sistema machista las había ubicado. Aprendieron a valorar su trabajo centrado en el cuidado y a reconocerse como sujetos políticos con derechos: aprendieron a organizarse y a demandar, con cada una de sus acciones, equidad. Muchas de las ollas comunes llevaban el nombre del territorio en donde habían surgido: esto porque es el territorio un primer punto de encuentro desde el cual construir y proyectar una identidad conjunta.

Hoy, vecinas y vecinos, personas migrantes y chilenas, y organizaciones de las más distintas ideologías, siguen el ejemplo de aquellas mujeres: salen de su resignación individual y de la desconfianza para encontrarse con otras personas bajo un objetivo común. Adquieren en este proceso conciencia de los factores que explican el empobrecimiento y la exclusión. El tejido social comunitario se fortalece. Las ollas comunes se convierten en un ejemplo de ejercicio de democracia en la casa, en las poblaciones y en los barrios. Poco a poco, se construyen expectativas conjuntas de cambio y se empieza a trabajar en proyectos colectivos y a demandar transformaciones estructurales para un futuro más digno.

La aparición de ollas comunes fortalecieron el vínculo asociativo en muchos barrios y poblaciones, tanto en regiones como en Santiago de Chile. En Lo Hermida, por ejemplo, el aprendizaje de articulación y organización ganado en dictadura permitió activar rápidamente ollas comunes ante el estallido social y la emergencia sanitaria. Hoy, quienes eran niñas en los ’80, se encuentran liderando las ollas comunes y, al igual que sus madres, lo hacen por sus hijas e hijos, con la esperanza de que algún día las condiciones cambien. Tal es el caso de la olla común “Lo Hermida activa y combativa”.

En el barrio Yungay, donde el Museo se encuentra ubicado, vecinas y vecinos tenían una larga experiencia de organización. Fruto de ello, consiguieron declarar al barrio Zona Típica y frenar así la especulación inmobiliaria y mantuvieron viva la vida patrimonial y cultural del barrio. Aún así, vecinas y vecinos reconocen que nunca habían experimentado tal capacidad de articulación como la que lograron con 36 ollas comunes que organizaron en el barrio. Las organizaciones sociales y comunidades más diversas tomaron la experiencia y las memorias de aquellas vecinas y vecinos que participaron en ollas comunes en dictadura, y lograron unirse hoy con un objetivo común bajo el lema “El pueblo ayuda al pueblo”. Hoy, sus proyectos también se articulan con las demandas en torno al derecho a la vivienda y a la equidad socio-económica.

En pleno contexto de pandemia, diversas iniciativas trataron de registrar las ollas de todo el país con la intención de dimensionar la magnitud de la emergencia de las ollas comunes y propiciar la llegada de aportes. Las redes sociales y otras plataformas fueron herramientas que permitieron la creación de comunidades virtuales y el intercambio de información y recursos. Sólo en Santiago, hasta octubre del 2020 fueron geolocalizadas 531 ollas comunes, un síntoma claro de la crisis y de la vulnerabilidad en la que se encuentra gran parte de la población de la ciudad y del país.

Para este mapa se investigó en prensa; redes sociales; municipalidades; en páginas web como Apoya La Olla, La Olla de Chile, Ollas para Chile, Olla Común Chile, entre otras; y en mapas similares como Fundación Vértice, Geoeduca, Javiera Tapia y Es mi Fiesta. Además, se aplicó una encuesta online a más de 200 personas en 34 comunas de Santiago, y se realizó un trabajo en terreno en el Barrio Yungay y en Lo Hermida en el marco del levantamiento de testimonios para esta exposición.

Ver más en siguiendo este enlace.

Geo referenciación de las Ollas Confinadas en el Barrio Yungay.

Por Nicolás Martelli. Trabajo en terreno entre agosto y octubre 2020

Barrio Yungay

El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos está inserto en este barrio patrimonial, que se caracteriza por una gran capacidad organizativa de sus vecinas y vecinos. Durante este último año, fuimos testigos del compromiso y generosidad de personas que, de forma voluntaria, formaron parte de las ollas.

De abril a diciembre de 2020 se catrastaron 36 ollas comunes en el barrio. Entre ellas, destaca la Olla Común Buena Esperanza, que surge en la parroquia de San Saturnino gracias a la coordinación de diversas organizaciones de la misma parroquia, el Comando Apruebo, la Asamblea Autoconvocada, los Bolicheros y la Junta de Vecinos de Barrio Yungay.

Slide La Junta de Vecinos del Barrio Yungay (Herrera 650) se transformó en un centro de acopio de alimentos que fueron distribuidos a vecinos y vecinas en 34 puntos del barrio. Cada uno de estos puntos recibió el nombre de “Ollas Confinadas”. Mas de 50 voluntarios se hicieron testeos periódicos de PCR para participar de esta distribución y hacer turnos de 15 días. Slide A cada una de las ollas confinadas le correspondía una caja que contenía alimentos básicos para 40 raciones. Algunas organizaciones aportaron con libros, juguetes, preservativos e información de educación sexual. Slide El armado y reparto de cajas tenía lugar los sábados. También se señalaron ciertos días para que los mismos vecinos y vecinas pudieran pasar a retirar las cajas. Los sábados, además, la Fundación Buenos Muchachos preparaba almuerzos para llevar. Durante 9 meses se atendió a más de 700 personas. Slide En la Parroquia de San Saturnino se habilitó una cocina que era gestionada por vecinas y vecinos organizados en turnos. Los días lunes, miércoles y viernes se preparaban 70 raciones diarias para llevar. Slide Si bien inicialmente eran muchas personas en situación de calle las que acudían a la Parroquia, a medida que se extendía el confinamiento hubo un incremento en el número de vecinos y vecinas que se vieron en la misma necesidad.

El Plan de Gestión del Museo de la Memoria y los DD.HH. cuenta con financiamiento del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural.