Suecia
Nirvana Cotal San Martín

Sus letras eran las caricias que me enviaba desde Suecia. La separación duró veintiún meses. Sus cartas mantuvieron vivo en mí su recuerdo y tuve la certeza de su amor paterno. Teniendo yo 11 años debí aprender a controlar el sentimiento de añoranza. Debí guardar muchos “te extraño papá”, para no hacerle más duro su exilio.

¿CÓMO SE COMUNICABA CON SU FAMILIA?

Las cartas de mi padre.

Sus letras eran las caricias que me enviaba desde Suecia. La separación duró veintiún meses. Sus cartas mantuvieron vivo en mí su recuerdo y tuve la certeza de su amor paterno. Teniendo yo 11 años debí aprender a controlar el sentimiento de añoranza. Debí guardar muchos “te extraño papá”, para no hacerle más duro su exilio. Mi padre amigo, tuvo la gran ocurrencia de escribirme durante todo el tiempo de espera. Sus cartas me hablaban del país nuevo, de su preocupación por nosotros que habíamos quedado en Chile y de cómo sería nuestro reencuentro. Muchas veces me dormí con su carta a mi lado. Primero las leía yo y luego le pedía a mi madre que me las leyera en voz alta. Quería escuchar a mi padre a través de la voz dulce y protectora de mi madre. De esa forma, el sentimiento de cercanía con mi padre, se hacía mayor aún y yo podía seguir jugando y creciendo en su ausencia. El día que llegó el telegrama anunciando que el reencuentro con mi padre se llevaría a cabo, me pareció un sueño. ¡Había llegado el día! Nos fuimos con mi madre a la embajada sueca en Santiago a recibir información sobre nuestro viaje. Finalmente en septiembre de 1987 tomé junto a mi madre y mis hermanos el avión rumbo a Suecia para reencontrarme con mi querido y añorado papá.

 

Este testimonio es parte de Memorias de Exilio, un espacio de diálogo y encuentro desarrollado por el Museo de la Memoria y los DD.HH. en torno a las memorias del exilio chileno, a fin de relevar las voces de sus protagonistas y familiares.

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